En la tercera aparición, en Fátima, el 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen anunció que vendría a pedir la comunión reparadora de los primeros sábados. Más tarde, el 10 de diciembre de 1925, cuando la Hermana Lucía ya estaba en la Casa de las “Mira hija mía -le dijo la Virgen María- mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos a todo momento me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, consuélame, y anuncia que todos aquellos que durante cinco meses consecutivos, el primer sábado,
- se confiese.
- reciban la Sagrada Comunión.
- recen un rosario y
- me hagan compañía durante quince minutos meditando los misterios del Santo Rosario con el fin de desagraviarme.
Yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas”.
La Confesión
El 15 de febrero de 1926, se le apareció nuevamente el Niño Jesús. Le preguntó si ya había difundido la devoción a su Santísima Madre. La Hermana Lucía le habló de la dificultad que algunas almas tenían de confesarse los sábados, y pidió para ser válida la confesión en un plazo de ocho días.
“Sí, pueden ser muchos más aún, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y que tengan la intención de desagraviar el Inmaculado Corazón de María”.
Por qué cinco Sábados.
Esta pregunta hecha por muchos, también la hizo la Hermana Lucía a Nuestro Señor, que así le respondió:
“Hija Mía, el motivo es simple: son cinco los tipos de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María.
1º Las blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
2º Contra su virginidad.
3º Contra la maternidad divina, rechazando al mismo tiempo, aceptarla como Madre de los hombres.
4º Los que procuran públicamente infundir en el corazón de los niños, la indiferencia, el desprecio, y hasta el odio para con esta Inmaculada Madre.
5º Los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes”. (Ver en Memorias y Cartas de la Hermana Lucía, Porto 1973).