Uno de los hechos más importantes de la historia de la Iglesia desde el protestantismo ha sido, sin duda, la difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Ahora bien, los escritos de los santos que más se distinguieron en enseñar tal devoción están como henchidos de esperanzas en la victoria de la realeza de Jesucristo, seguidamente a los días tormentosos en que vivimos; y rezar por esa victoria es uno de los objetivos más esenciales del Apostolado de la Oración en el mundo entero.
Por otra parte, los escritos de San Luis Grignion de Montfort están llenos de destellos proféticos sobre la realeza de María Santísima, como término de la era de catástrofes inaugurada con la seudoreforma protestante.
Realeza de Jesucristo y realeza de María Santísima no son cosas distintas. La realeza de María no es más que un medio -o mejor, el medio- para la efectuación de la realeza de Jesucristo. El Corazón de Jesús reina y triunfa en el reinado y en el triunfo del Corazón de María. El reinado y el triunfo del Corazón de María no consisten sino en hacer que triunfe y reine el Corazón de Jesús. Y así esos dos grandes caudales de devoción nacidos poco después del protestantismo caminan hacia un mismo término, hacia la preparación de un mismo hecho: la realeza de Jesús y de María, en una era histórica nueva.
Plinio Corrêa de Oliveira Pío XII y la Era de María. In: “Catolicismo”. Campos dos Goytacazes. Año IV. N.º 48 (Diciembre, 1954).